Desde el 30 de agosto los medios locales de comunicación han venido publicando los hechos en donde un grupo de reclusos fueron violados y heridos con armas cortopunzante en la estación de Policía de Chambacú. Hoy que la Revista Semana de la Capital de la Republicó a esta sede como ‘La estación del Terror’, el Comando de la Policía Metropolitana de Cartagena hace un pronunciamiento público sobre este hecho.
Cartagena-Colombia-Noticias625.co 17-09-2022. Diez detenidos en la estación de Policía de Chambacú, en Cartagena, fueron secuestrados, golpeados y abusados sexualmente de forma simultánea, y las autoridades no actuaron.
Así empezó su noticia la Revista semana, quien destaca que en medio de un hacinamiento impresionante, y en las barbas o con complicidad de la Policía, se presentó una ‘fiesta’ de barbarie tras las rejas de la estación de Policía de Chambacú, en Cartagena. Se trató de una violación masiva de diez de los detenidos, que fueron acorralados y secuestrados durante seis largas horas, en las que los torturaron, golpearon y abusaron sexualmente.
Y el medio nacional indica que no hay forma de que esta aterradora ‘fiesta’ se hubiera dado sin la complicidad de los policías que custodian el centro de reclusión temporal. Incluso, ya hay denuncias ante los organismos judiciales y disciplinarios, y hasta en Naciones Unidas, pues no solo permitieron que ese 30 agosto se presentaran los hechos, sino que luego de que se hizo público se habría montado un simulacro de motín que terminó borrando las pruebas de lo ocurrido.
Ante estas denuncias el Comando de la Policía Metropolitana de Cartagena, en cabeza del Brigadier General Nicolás Zapata Restrepo, emitió el siguiente comunicado a la opinión pública:
Serán las autoridades competentes las que tendrán que esclarecer estos hechos en donde se denuncia además que en las barbas de la Policía. Sobre las ocho de la mañana, entró licor de contrabando, dos garrafas de ron y una bolsa plástica llena de variadas drogas: perico, marihuana y pastillas. Era una fiesta reservada para los que mandaban en el sitio, que, según testimonios, son miembros del Clan del Golfo, liderados por alias Cabeza, que están a la espera de que les definan su situación judicial.
De un momento a otro comenzó la barbarie. Los plumas señalaron, uno a uno, a diez de los detenidos, los mandaron a la parte de atrás del centro de detención, donde hay dos celdas provisionales. Nadie decía nada. Como sucede en las cárceles, el silencio es la ley. Allá los arrumaron.
Con cuchillos, palos, hojas de cuchillas para afeitar y hasta cucharas afiladas que usan como armas mortales, empezaron a golpearlos y torturarlos. Eran 16 los hombres que cometían los hechos. La descripción es pavorosa. A cada uno lo pusieron a practicar sexo oral; si se resistía, lo golpeaban y lo cortaban con las improvisadas armas. Además, les quitaron los celulares y les vaciaron las cuentas.
Al mediodía hubo una pequeña pausa, era la hora del almuerzo. La madre de uno de los detenidos le fue a llevar la comida y reclamó que quería verlo, no aceptó negativas y hasta hizo un escándalo que obligó a los miembros de la guardia a trasladarlo hasta la reja. Con 35 grados centígrados, el hombre llegó con un saco de capucha y una gorra, no se dejaba ver la cara. Aunque hubo sospechas, no pasó nada, y el detenido no dijo una sola palabra de lo que estaba pasando. El motivo, contó después, era que sin que nadie pudiera ver le tenían un cuchillo puesto en las costillas para que no musitara palabra.
Luego de esa interrupción, la ‘fiesta’ continuó. El trago y las drogas hacían su efecto, pasaron del sexo oral a las violaciones. Un recluso, ya entrado en años, se negaba y forcejeaba para que no lo obligaran a esos vejámenes, pero recibió un castigo. Lo violaron con un palo de escoba y lo dejaron tirado en el piso, ensangrentado.
Las seis horas de terror pudieron extenderse, pero la suerte asomó con algo de piedad. Uno de los detenidos tenía una audiencia de su caso, así que tan pronto tuvo conexión advirtió al juez y a la Fiscalía lo que estaba sucediendo, poniendo fin a la barbarie. Pero con una orden: que apuntaran en la minuta claramente, sin omitir detalle, todo lo que ocurrió.